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Como tener una vida más activa y cambio de hábitos en mujeres de +50

Prevención, calidad de vida y factores de riesgo modificables

La adecuada formación-información y un estilo de vida saludable (en el que la alimentación y la práctica de ejercicio juegan un papel clave) son las pautas de prevención más efectivas aplicables a todas estas enfermedades, de ahí que los participantes en el debate insistieran en la importancia de que las mujeres, especialmente las de edad adulta, incorporen una serie de cambios en sus hábitos, tanto para reducir el riesgo de estas patologías como para mejorar el pronóstico y la calidad de vida en caso de verse afectadas por ellas:

No bajar la guardia y rapidez de acción

Conocer los síntomas de estas patologías y buscar ayuda profesional es clave en todos los casos y determinante cuando se trata del ictus: “Hay estudios que demuestran que las mujeres llegan más tarde al tratamiento debido a ciertas circunstancias vitales, ya que por edad, muchas de ellas viven solas y/o desempeñan el rol de cuidador principal de algún miembro de su familia, por lo que están menos pendientes su salud y prestan menos atención a los síntomas (pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo, alteraciones del lenguaje, asimetría facial…).

Por cada minuto que se tarda en atender un ictus se pierden millones de neuronas, de ahí que llegar a tiempo sea lo que marca la diferencia entre una recuperación óptima y quedar totalmente dependiente”, dijo Arias.

En el caso de la osteoporosis, Casado comentó que al tratarse de una enfermedad que no duele (el síntoma es la fractura), es habitual que muchas personas que sufren una fractura no la asocien a un problema esquelético sino que piensan que se debe exclusivamente a la caída que la produjo, por ejemplo.

“Hay una cierta tolerancia que lleva a no dar a las fracturas la importancia que se debe, teniendo en cuenta que muchas de ellas, sobre todo las de cadera, son muy graves, especialmente en los pacientes ancianos (un 25% de ellos fallece en el primer año después de producirse esta fractura”.

Sobrepeso y obesidad: objetivos prioritarios.

En las cuatro enfermedades, el exceso de peso juega un papel muy relevante, tanto en sí mismo como por las patologías con las que está asociado (fundamentalmente las cardiovasculares). “El normopeso es un factor clave, por eso se insta a estas pacientes a llevar una alimentación lo más equilibrada posible, del estilo de la dieta mediterránea, que incluye todos los grupos de alimentos”, señaló Casado.

“Está demostrado que sólo con reducir en un 5-10% el exceso de peso corporal mejora notablemente la afectación cutánea de la psoriasis”, afirmó Lourdes Rodríguez, quien explicó que, además, en esta enfermedad, los kilos de más tienen una implicación añadida: “la psoriasis aumenta a su vez el riesgo de obesidad y síndrome metabólico (y, por tanto, hay también un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular) debido probablemente a la inflamación sistémica que produce esta enfermedad, lo que favorece la obesidad e incrementa la resistencia a la insulina”.

En el caso del ictus, las cifras no pueden ser más elocuentes: “Tener sobrepeso aumenta en un 22% el riesgo, mientras que si hay obesidad, esta posibilidad se eleva al 64%”, apuntó Susana Arias.

Ejercicio: absolutamente imprescindible

Hubo unanimidad entre los especialistas respecto a la necesidad de “prescribir” ejercicio físico tanto para la prevención como para el abordaje de estas enfermedades y, también, para paliar los efectos negativos de algunos tratamientos.

“Caminar todos los días una hora potencia la calidad de vida tanto física como mental en los pacientes de osteoporosis, con el efecto añadido de que, si se hace al aire libre, permite aumentar los niveles de vitamina D”, explicó Casado. En estos pacientes, los más recomendables son los ejercicios de carga (el simple hecho de caminar aumenta la masa ósea). “En cambio, no están indicados los ejercicios de fuerza ni tampoco la natación”, añadió el especialista.

“Para reducir el riesgo de ictus, se recomienda la práctica de actividad física moderada 150 minutos a la semana o de una actividad física vigorosa durante 75 minutos semanales. Reducir el sedentarismo es fundamental ya que, además, está directamente asociado con otros factores de riesgo, como la obesidad, la dislipemia y la hipertensión”, comentó Susana Arias.

Por su parte, Casado señaló que en las pacientes de cáncer de ovario, la práctica de ejercicio aeróbico 150 minutos a la semana y dos sesiones semanales de otro tipo de ejercicio (como el de fuerza) tiene un impacto muy positivo en su calidad de vida:

“Aumenta la tolerancia a los tratamientos y alivia algunos de los efectos secundarios, especialmente uno que nos preocupa mucho porque es muy frecuente y no disponemos de opciones para solucionarlo: la fatiga crónica, producida tanto por la enfermedad como por el abordaje terapéutico”.

Tabaco, HTA y otros “frentes”

“Además de establecer el tratamiento, desde la consulta los especialistas en psoriasis debemos hacer hincapié en la necesidad de modificar determinados hábitos de vida, como el abandono del tabaco y de otros tóxicos”, afirmó Rodríguez.

La dislipemia y el tabaquismo son también importantes factores de riesgo en el caso del ictus (sobre todo los de perfil arterioesclerótico), según explicó Arias, “y también hay que tener un buen control de la hipertensión (HTA), que es el principal factor de riesgo de algunos tipos de ictus, como los lacunares”.

Arias también destacó la conveniencia de incluir la estimulación cognitiva (juegos de mesa, actividades que ejerciten la memoria) en las estrategias de prevención de la enfermedad cerebrovascular y de adoptar medidas para mantener a raya los niveles de estrés.

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